2. Bloque temático II. La Historia como disciplina

2.2. La historia en la Edad Media

AGUSTÍN DE HIPONA, De civitate Dei

Creo que quedan satisfechas y comprobadas las cuestiones más arduas, espinosas y dificultosas, que se refieren al principio o fin del mundo o del alma, o del mismo linaje humano, que hemos distribuido en dos géneros: el de los que viven según el hombre y el de los que viven según Dios. A esto llamamos también místicamente dos ciudades, es decir, dos sociedades de hombres. Una está predestinada a reinar eternamente con Dios y la otra a padecer eterno tormento con el demonio. Éste es el fin principal de ambas. De él trataremos más adelante [ ... ].
El primer hijo de aquellos primeros padres de linaje humano fue Caín, que pertenece a la ciudad de los hombres. El segundo fue Abel, que pertenece a la ciudad de Dios [ ... ]. Dios, como insigne alfarero, hizo de la misma masa un vaso de honor y otro de ignominia. Hizo primero el de ignominia y luego el de honor. Porque en una misma persona primero surge el malo, en que es preciso que nos detengamos, y después el bueno, a donde llegamos caminando en la virtud y en el que permanecemos para siempre[ ... ].
Hay, pues, en la ciudad terrena dos figuras: una muestra su presencia y otra con su presencia sirve a la imagen de la ciudad celestial. La naturaleza viciada por el pecado engendra los ciudadanos de la ciudad terrena. La gracia libera a la naturaleza del pecado y engendra los ciudadanos de la ciudad celeste.

EGINARDO, Vita karoli, II

Desempeñaba este oficio, en el momento de ser depuesto Childerico, Pipino, el padre del rey Carlos, casi  ya con carácter hereditario. Pues Carlos, su padre, que aplastó a los tiranos que reclamaban para sí el poder absoluto sobre toda Francia y derrotó a los sarracenos que intentaban ocupar la Galia en dos grandes combates, uno en Aquitania, cerca de Poitiers; el otro en las inmediaciones de Narbona, junto al río Berre, de modo que les obligó a regresar a España, y ocupó de modo ilustre esa misma magistratura que le fuera entregada por su padre, Pipino.

El pueblo no acostumbraba conceder este cargo honorífico sino a quienes se destacaban de los demás por su ilustre linaje  y la amplitud de sus riquezas. Habiendo Pipino, el padre de nuestro rey Carlos, ocupado dicha magistratura que recibieran él y su hermano Carlomán de su padre y su abuelo y que compartieran en total concordia, su hermano, no se sabe por qué razones —aunque parece que llevado de su amor por la vida contemplativa—, tras abandonar la dura tarea de administrar el reino temporal, se dirigió a descansar a Roma, y allí, cambiando su hábito por el de monje y después de construir un monasterio en el monte Soracte junto a la iglesia de San Silvestre, se dedicó a gozar de la deseada quietud durante algunos años, en compañía de los hermanos que habían venido  junto con él a tal fin. Pero como muchos de los nobles que iban de Francia a Roma para cumplir anualmente sus promesas no querían dejar de presentarle sus respetos como antiguo señor, interrumpiendo con frecuentes visitas el ocio en que máximamente se deleitaba, se vio obligado a cambiar de lugar.


General Storia, entorno de ALFONSO X EL SABIO

Libro I. 

Aquí se comiença la general e grand estoria que el muy noble rey don Alfonso, fijo del noble rey don Fernando e de la reína doña Beatriz, mandó fazer. 

Prólogo. 

Natural cosa es de cobdiciar los omnes saber los fechos que acaecen en todos los tiempos, tan bien en el tiempo que es passado como en aquel en que están como en el otro que á de venir. Peró d’estos tres tiempos non puede omne seer cierto fueras d’aquel que es passado. Ca si es del tiempo que á de venir non pueden los omnes saber el comienço nin la fin de las cosas que ý avernán, e por ende non lo saben ciertamientre. E si es del tiempo en que están, maguer saben los comienços de los fechos que en él se fazen, porque non pueden saber la fin cuál será tenemos que non lo saben complidamientre. Mas del tiempo passado porque saben los comienços e los acabamientos de los fechos que ý se fizieron dezimos que alcançan los omnes por este tiempo ciertamientre el saber de las cosas que fueron. Onde porque el saber del tiempo que fue es cierto e non de los otros dos tiempos, assí como dixiemos, trabajáronse los sabios omnes de /2/ meter en escrito los fechos que son passados pora aver remembrança d’ellos como si estonces fuessen e que lo sopiessen los que avién de venir assí como ellos.