Fragmentos


Confusiones patriarcales

Carole Pateman (2019). El contrato sexual [1988]. Ed. Trincheras. Pp. 61-68.

Introducción

La obra de Carole Pateman resulta sumamente elocuente a la hora de explicar la participación del feminismo filosófico en la revitalización de la filosofía política contemporánea. El contrato sexual, publicado en 1988, dialoga críticamente con la obra del filósofo político más importante del siglo XX, John Rawls, para trazar una línea de continuidad entre el paternalismo tradicional –gestado en la configuración del contractualismo del siglo XVII– y el paternalismo moderno, del que la maternidad subrogada, la prostitución e incluso el matrimonio convencional participan, con la complicidad del neocontractualismo contemporáneo.


La historia del contrato originario suministra una historia conjetural de los orígenes del patriarcado moderno. Antes de que pueda recuperarse la historia perdida del contrato sexual debe decirse algo acerca del «patriarcado». El término es muy controvertido y su significado es una cuestión incómoda. «Patriarcado» se refiere a una forma de poder político, pero si bien los teóricos políticos emplean mucho tiempo discutiendo la legitimidad y la justificación de las formas del poder político, la forma patriarcal ha sido completamente ignorada durante el siglo XX. La interpretación corriente de la historia del pensamiento político moderno es que la teoría patriarcal y el derecho patriarcal fueron muertos y enterrados hace unos trescientos años. Desde fines del siglo XVII, las feministas advierten que casi todos los teóricos políticos han sostenido explícita o tácitamente el derecho patriarcal. Con frecuencia, también desde hace mucho tiempo, las feministas han emprendido muy amargas campañas políticas contra la subordinación patriarcal. No obstante, nada ha sido suficiente para convencer salvo a una pequeña minoría de los teóricos o activistas políticos varones, que el derecho patriarcal aún existe, que exige un minucioso análisis teórico y que es un contrincante tan digno de atención como la aristocracia, las clases u otras formas de poder. 

El resurgimiento del movimiento feminista organizado, a partir de los años sesenta, ha vuelto a poner sobre el tapete al «patriarcado» entre lo temas populares y académicos. Ha habido un amplio debate entre las feministas sobre el significado del término «patriarcado» y preguntas tales como si en nuestra propia sociedad el término debería usarse en su sentido literal de gobierno de los padres, si el patriarcado es un rasgo universal de la sociedad o si varía histórica y culturalmente, si el matriarcado o la igualdad sexual han existido alguna vez, y si ello hubiera sido así, por qué tuvo lugar «la derrota histórica y mundial del sexo femenino», por utilizar la dramática fórmula de Engels, si las relaciones patriarcales se encuentran primariamente en la familia o si la vida social como un todo está estructurada por el poder patriarcal y, por último, qué relación existe entre el patriarcado o dominación sexual y el capitalismo o dominación de clase. No hay consenso en ninguna de estas cuestiones y las feministas contemporáneas utilizan «patriarcado» en diversos sentidos. Incluso  se ha sostenido que los problemas con el concepto son tan grandes que debería abandonarse. Seguir tal sugerencia significaría, según mi entender, que la teoria política feminista quedaria sin el único concepto que se refiere específicamente a la sujeción de las mujeres y que singulariza la forma del derecho político que todos los varones ejercen en virtud de ser varones. Si el problema no tiene nombre, el patriarcado se deslizará fácilmente hacia la oscuridad que subyace a las categorías convencionales del análisis político. 

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Quizá el aspecto más significativo de la discusión feminista actual sea que pocas de sus participantes han mencionado la gran batalla teórica entre patriarcalistas y teóricos del contrato social y sus aliados políticos, llevada a cabo en el siglo XVII. La aceptación reciente de que hubo «una rápida declinación a partir de 1690 del patriarcado como ideología política viable» da la medida de la amplitud del logro de los teóricos del contrato social. Solo unas pocas teóricas políticas feministas han discutido recientemente los debates de Locke y Sir Robert Filmer, pero sus discusiones están más en deuda con la teoría política y, por lo tanto, con la teoría patriarcal, que con el feminismo. La exclusión de la mujer de la participación en el acto que crea la sociedad civil no alcanza suficiente extensión en tales discusiones. Melissa Butler se pregunta por qué Locke no dice nada acerca de cuál es la parte de las mujeres en el contrato social originario, pero su exámen es un ejemplo casi perfecto de interpretación liberal acritica de Locke,  y nos dice más acerca de la represión de la historia del contrato sexual que acerca del modo en que Locke y Filmer trataron la cuestión de las relaciones sexuales. Butler sugiere que el silencio de Locke acerca de las mujeres en el contrato social se debió a que no quiso correr el riesgo de perder audiencia masculina. También sugiere que el análisis de Locke deja abierta la posibilidad de que las mujeres hubieran participado del contrato social: «La posición de Locke respecto de las mujeres –según Butler– ejemplifica su individualismo». En cierto modo, esto es correcto, pero no como supone Butler, porque su individualismo es genuinamente universal y capaz de incorporar a las mujeres, sino, por el contrario, porque, como mostraré en el capítulo próximo, el «individuo» de Locke es masculino.

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Para comprender mejor el sigitificado político del estatus concedido a las mujeres, en la formulación de una concepción moderna del patriarcado, el término «patriarcado» debe deslindarse de varios significados subyacentes que refuerzan mutuamente presupuestos e interpretaciones patriarcales; algunos de los cuales pueden verse en funcionamiento en las discusiones de Locke y Filmer a las que me he referido. El supuesto más poderoso es que el «patriarcado» debe entenderse en su significado literal como regla del padre o derecho del padre. Las dificultades y los malentendidos a los que conduce este presupuesto se mezclan cuando casi todo el mundo, en el debate actual acerca del patriarcado, asume que el padre debe verse simplemente a la manera en que el sentido común lo muestra: como uno de los dos progenitores. Rara vez se ha prestado atención al significado político de la paternidad patriarcal. La interpretación literal se relaciona, a la vez que alienta, otro presupuesto habitual: que las relaciones patriarcales son relaciones familiares. La visión familiar del patriarcado está ligada también al argumento ampliamente extendido, de que el patriarcado es una característica universal de la sociedad humana. En los tres periodos en que se debatió el patriarcado, muchos de los argumentos pertinentes derivan en diferentes historias hipotéticas sobre sus orígenes sociales y políticos. La génesis de la familia –patriarcal– se ve con frecuencia como sinónima del origen de la vida social misma y, en consecuencia, el origen del patriarcado y el origen de la sociedad se consideran un mismo proceso.

La historia del contrato originario que crea la sociedad civil está también ligada a las controversias acerca de los orígenes del liberalismo y del capitalismo. En el siglo XX, las historias hipotéticas sobre los orígenes políticos forman parte de los argumentos sobre las relaciones entre el capitalismo y el patriarcado, aunque, curiosamente, rara vez se hace referencia a los debates del feminismo-socialista actual respecto de la historia del contrato original. También en este punto influyen las interpretaciones paternales y familiares del patriarcado. Si el patriarcado es universal, debe preceder al capitalismo; el patriarcado puede, entonces, aparecer como una reliquia feudal o un remanente del viejo orden del mundo del estatus que establece la esfera privada familiar, paternal, natural, separada del mundo público, civil, convencional del contrato y del capitalismo.

Carole Pateman

Sussex, Inglaterra. 1940. Teórica política. El contrato sexual (1988) es su tesis doctoral y un argumento que ha acompañado su carrera académica. Formada en Oxford, a donde accedió luego de haber estudiado en una pequeña escuela de educación para personas adultas, Carole Pateman ha hecho una notable carrera académica en la Universidad Sídney y en la Universidad de California en Los Ángeles.


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Última modificación: viernes, 20 de noviembre de 2020, 15:24