Fragmentos

 

Racismo ayer y hoy

Angela Davis (2016). Una historia de la conciencia. Ensayos escogidos. Ediciones del Oriente y del Mediterráneo. Pp. 296-299.

 

Introducción

El siguiente fragmento pertenece a una conferencia pronunciada en la Universidad de Washington el 17 de abril de 2007. Es un texto generalista que, en este caso en concreto, reflexiona sobre la persistencia del racismo. Es bueno recordar, y leer el fragmento con este criterio, que para Davis el feminismo es, esencialmente, interseccional, es decir, que atañe a distintas combinaciones e interrelaciones de opresión y, por lo tanto, de frentes de lucha: género, raza, clase, cultura y política.


Esta horrible tragedia de Virginia [la muerte de 32 estudiantes causada por un alumno de la Universidad Virginia Tech, el 16 de abril de 2007] me ha llevado a preguntarme qué es lo que dirige nuestro miedo. ¿Cómo es que aprendemos a temer el terrorismo, pero no el racismo, ni el sexismo, ni la homofobia? Me pregunto por qué no tenemos de un presidente que está a los mandos de una ofensiva moderna en pos del imperio global americano. Me pregunto por qué no tenemos miedo a la privatización. Podríamos ponernos a hablar de todos los servicios sociales que han quedado privatizados. Podríamos hablar de lo que Naomi Klein ha denominado «el capitalismo del desastre». Justo después del katrina, de broma con unos amigos, dije: «Antes de que te des cuenta, tienes a Halliburton [una compañía de seguridad] en Nueva Orleans». Me reí. Y llegaron enseguida, por supuesto. 

Creo que sería importante para nosotros que reflexionáramos sobre lo que da forma, incita y define nuestro miedo. Hoy me han pedido que hable sobre los derechos civiles, los derechos humanos, el trabajo inacabado de la lucha por la igualdad, aquí en Estados Unidos, y las conexiones con otras luchas, las dimensiones transnacionales.

Comenzaré por decir que seguimos, a principios del siglo XXI, viviendo la historia que a menudo relegamos al pasado. En un momento en el que muchos de los líderes políticos de este país, y la mayoría de jueces del Tribunal Supremo, sostienen que, precisamente porque se ha alcanzado la justicia racial, la discriminación positiva ya no es necesaria para lograr la igualdad racial o de género, sería importante plantearse el significado de justicia, el significado de justicia racial, el significado de justicia de género, y de entrar a hablar más a fondo de la raza. El principio de la ceguera frente al color ha saturado a tal punto nuestras ideas sobre la raza que ahora tendemos a creer –al menos los que votaron para eliminar la discriminación positiva en California, aquí en Washington y hace muy poco en Michigan– que la única vía para alcanzar la justicia racial es volverse ciego ante los efectos de la raza, lo que supone que el racismo en sí quede ignorado. 

Me gustaría que esta tarde nos planteásemos en profundidad hasta qué punto vivimos con el racismo, estamos influidos por él, y en gran medida lo aceptamos como un hecho de la vida social. Y me gustaría que pensáramos qué preguntas podríamos plantear sobre las maneras diversas en que el racismo se transforma y se convierte en algo muy distinto de aquel racismo contra el que luchó el movimiento por los derechos civiles. Esto me lleva a preguntarme, ¿dónde reside la raza? ¿Dónde reside el racismo? ¿Dónde residía en el pasado? ¿Y cómo estrechamos los espacios en los que habita para empezar a mandarlo a paseo? Así que conviene que hablemos de algo como las migraciones del racismo. Podríamos preguntar, ¿en qué medida la denominada guerra contra el terrorismo y la guerra actual en Irak han transformado el modo en que se manifiesta el racismo? ¿Y por qué nos cuesta percibir ese racismo? ¿Por qué nos cuesta percibir que la guerra de Irak es una guerra racista?

Mientras veía las noticias sobre lo sucedido ayer en Virginia Tech, emitieron un parte breve sobre lo que había ocurrido ayer en Irak. Al parecer, murieron cinco soldados estadounidenses. Cada día sabemos cuál es el número de muertos, ¿verdad? Por descontado, los números no pueden captar mínimamente el hecho de que cada vez que alguien pierde la vida es una tragedia enorme, ya sean cinco o cien las personas afectadas. Pero me interesa el hecho de que rara vez oigamos las cifras de los iraquíes. ¿A qué se debe eso? Por difícil que sea atravesar la barrera de los números, al menos tendríamos algo con lo que trabajar. Las estimaciones oscilan entre 500 000 y 700 000 hasta ahora, y algunos dicen que un millón de personas han muerto en la guerra de Irak hasta ahora. ¿Por qué no podemos tener siquiera un debate nacional al respecto?

Esto tiene mucho que ver con la forma en que nuestras emociones se han formado y educado con el racismo. Y no me refiero al racismo como algo que no pueda afectar a aquellos cuya persona está racializada y señalada como objetivo de la discriminación racista. ¿Comprendéis lo que digo? Todos padecemos estas influencias ideológicas. Aprendemos a pensar en términos racistas. ¿Cuántas mujeres negras en esta sala de conferencias han cruzado alguna vez a la otra acera al ver a un joven negro con pantalones caídos, el estereotipo?

El racismo tiene un papel fundamental a la hora de determinar quién es sometido al castigo del Estado y quién no. ¿Cuánta gente está en la cárcel ahora mismo? ¡Más de dos millones! Siempre pensamos que los números son la prueba irrefutable, ¿verdad? Si tenemos las cifras, sabemos exactamente lo que está pasando. Pero a menudo no reparamos en el poder ofuscador de los números. Hay aproximadamente 2,2 millones de personas encerradas hoy día en los correccionales regionales, las cárceles estatales, las cárceles federales, los correccionales en suelo indígena, las prisiones militares y los centros de detención de inmigrantes (no sabemos cuánta gente tiene Estados Unidos encarcelada fuera del país, en su red de prisiones militares secretas). Esto significa que, en el curso de un año, las autoridades realizan más de 13 millones de encarcelamientos. Si consideramos el desproporcionado número de personas de color que hay entre los que son arrestados y encarcelados, y el papel ideológico que tiene la encarcelación en nuestras vidas, creo que la población penitenciaria de este país nos proporciona una prueba visible de quién no tiene permitido participar en esta democracia, es decir, de quién no tiene los mismos derechos, quién no disfruta de las mismas libertados, quién no puede alcanzar el mismo nivel de educación y oportunidades, quién no puede formar parte del estamento político, y quién está sometido, por tanto, a una forma de muerte civil.

 

Angela Davis

Estados Unidos. 1944. Filósofa. Activista. Profesora de la Universidad de California en dos etapas, en la primera fue expulsada en 1970 a causa de su filiación al Partido Comunista. Activista antirracista, anticapitalista y anticarcelaria. Entre sus obras más importantes: Mujeres, raza y clase (1981) y Mujer, cultura y política (1989).



La facultad

Gloria Anzaldúa (2016). Borderlands/La frontera. La nueva mestiza [1987]. Ed. Capitán Swing. Pp. 85-87.

 

Introducción

Borderlands/La frontera es una de las obras más conocidas de Gloria Anzaldúa; representa también muy claramente su pensamiento, en la frontera, o como dice en otro lado, between and among distintas condiciones, identidades, incluso lenguas: un nuevo mestizaje para establecer una nueva forma de estar en el mundo zurdo, contrario a las identidades y realidades establecidas, una forma de resistencia ante las opresiones –relativas a cada una de esas distintas condiciones, identidades, lenguas, etc.– y los discursos hegemónicos.


La facultad es la capacidad para distinguir en los fenómenos superficiales el significado de realidades más profundas, percibir la estructura profunda bajo la superficie. Es un «sentir» instantáneo, una percepción rápida a la que se llega sin razonamiento consciente. Se trata de una conciencia aguda mediada por la parte de la psique que no habla, que se comunica mediante símbolos e imágenes que representan los rostros de los sentimientos, es decir, tras las cuales residen o se ocultan los sentimientos. Quien posee esta sensibilidad se encuentra dolorosamente vivo y abierto al mundo.

Es probable que quienes son expulsados de la tribu por ser diferentes se vuelvan más sensibles (cuando no se les maltrata hasta que dejan de sentir). Quienes no se sienten seguros física o psicológicamente en el mundo tienen una mayor propensión para desarrollar este sentido. Las personas a quienes más se ataca son quienes lo poseen en mayor medida –las mujeres, los homosexuales de todas las razas, las personas de piel oscura, los excluidos, los perseguidos, los marginados, los forasteros–.

Cuando nos encontramos con el agua al cuello, cuando se nos vienen encima todo tipo de opresiones, nos vemos obligados a desarrollar esta facultad con el fin de saber cuándo nos van a abofetear o a encerrar otra vez. Seremos capaces de sentir al violador cuando está a cinco manzanas de distancia. El dolor nos genera una ansiedad profunda por evitar más dolor, así que afinamos ese radar. Es una especie de táctica de supervivencia que las personas, atrapadas entre los mundos, desarrollan sin darse cuenta. Está latente en todos nosotros.

Entro en una casa y sé si hay gente o está vacía. Siento la atmósfera cargada que permanece cuando alguien acaba de hacer el amor, se ha peleado o tiene depresión. Siento las emociones que alguien emite cerca de mí –tanto si son amistosas como si son amenazadoras–. El odio y el miedo –cuanto más intensa la emoción, más fuerte es mi percepción de ella–. Noto un cosquilleo en la piel cuando alguien me mira fijamente o piensa en mí. Sé lo que sienten los demás por el modo en que huelen, y dónde están, por la presión del aire sobre la piel. Puedo distinguir el amor o la codicia o la generosidad alojados en los tejidos de otras personas. A menudo siento la dirección de personas y objetos y mi distancia con respecto a ellos –en la oscuridad, o con los ojos cerrados, sin mirar–. Debe ser el vestigio de un sentido de cercanía, un sexto sentido que ha permanecido inactivo desde épocas muy lejanas.

El miedo desarrolla el aspecto del sentido de cercanía de la facultad. Pero existe una percepción más profunda que es otro aspecto de esta facultad. Es todo lo que rompe el modo de percepción cotidiano de una persona, lo que causa una brecha en nuestras defensas y resistencia. Todo lo que nos saca del terreno familiar provoca que se abran las profundidades, genera un cambio en la percepción. Este deslizamiento en la percepción profundiza el modo en que percibimos objetos y personas concretas; los sentidos se vuelven tan agudos y penetrantes que podemos ver a través de las cosas, contemplar eventos en profundidad, una penetración que alcanza hasta el inframundo (el reino del alma). A medida que nos sumergimos en vertical, la brecha, con la nueva visión que la acompaña, nos hace prestar atención al alma y así nos vemos transportados hacia la conciencia –una vivencia del alma (el Ser)–.

En este modo de iniciación perdemos algo, algo nos es arrebatado: nuestra inocencia, nuestras costumbres inconscientes, nuestra ignorancia fácil y segura. Existe un prejuicio contra la oscuridad y un miedo del oscuro inframundo ctónico, un miedo a las consecuencias físicas tales como depresión, enfermedad, muerte, así como a las violaciones que esa brecha puede traer aparejadas. Enfrentarse a cualquier cosa que rasga el material del que está confeccionado nuestro modo cotidiano de conciencia y que nos lanza a un sentido menos literal y más psíquico de la realidad incrementa la conciencia y la facultad. 

 

Gloria Alzaldúa

Estados Unidos. 1942-2004. Teórica feminista. El fragmento anterior pertenece a una de sus obras más conocidas, en la que elabora la noción de nueva mestiza. Este lugar de frontera remite a algo más que su experiencia como estadounidense-mexicana, sino a otros confines que configuraron su multiplicidad de identidades (estadounidense, chicana, feminista, escritora, poeta, lesbiana). Entre sus obras destacan los volúmenes colectivos: This Bridge Call My Back: Writings by Radical Women of Color (1981) editado junto con Cherríe Moraga y Making Souls/Haciendo Caras: Creative and Critical Perspectives by Women of Color (1990). 



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Última modificación: sábado, 21 de noviembre de 2020, 20:34