4. III.3.Reflexiones sobre la cultura en la historia

Este último apartado sirve de reflexión, a modo de conclusión, de todo lo expuesto en los apartados anteriores relacionados con las etapas de la historia y de la cultura. A través de los distintos ejemplos comentados se puede comprobar hasta qué punto el arte debe entenderse en relación con las sociedades en las que fue gestado, del mismo modo que la historia de las sociedades del pasado nos resultaría incomprensible si no tuviéramos en cuenta los vestigios materiales que se nos han conservado de su actividad y su modo de entender el mundo. Por tanto, esa visión del arte y de la cultura como la de un muestrario de objetos geniales independientemente del ojo que los observa está absolutamente caduca. A pesar de que el fetichismo del objeto nos pueda hacer apreciar en el mismo espacio de un museo ejemplos de la vida material de una cultura distantes entre sí varios miles de años, como suele ocurrir habitualmente en todos aquellos en los que se conservan restos de arte egipcio, por ejemplo, ello no implica que esas manifestaciones artísticas tengan el mismo significado para la persona que lo observa desde la actualidad que para aquellos que vivieron los tiempos en los que fue creado. De ahí que historia y arte no puedan entenderse por separado y requieran de su análisis conjunto para poder comprender en toda su dimensión la realidad material que se está estudiando. 

Porque, no lo olvidemos, lo que consideramos hoy arte realmente suele estar conformado por todas aquellas obras singulares y de extraordinario valor, por su material o difícil confección, y que ya en el momento de su elaboración fue creada con un objetivo concreto, vinculado en la mayor parte de las ocasiones con la demostración de poder. Como hemos visto en el apartado anterior, desde que el arte es arte a ojos del historiador, es decir, desde el momento en el que tenemos testimonios escritos que permiten acercarnos a partir de la impresión de primera mano a cuál podría ser el objetivo a la hora de que esa obra fuera elaborada, ha estado estrechamente vinculado con el poder. Con el poder de los faraones, con el poder de los emperadores mesopotámicos, con el poder de las élites gobernantes en las distintas poleis griegas, etcétera. Y también con el poder de la iglesia, no siempre secular, pero poder a fin de cuentas, que encontró en el arte el medio más efectivo para llegar con su mensaje a controlar, a partir de la Edad Media, a las masas de poblaciones escasamente formadas en el dogma cristiano. Y qué decir de la utilización del arte por parte de los gobernantes de la Edad Moderna, que llevan al paroxismo la imbricación arte y poder, empleando una parte significativa de sus recursos con el objetivo de acreditar una posición social y reforzar un determinado poder político. Y, por supuesto, todavía hoy, después de los profundos cambios sufridos en el ámbito de la creación artística, esta relación entre arte y poder existe. Quizás no siempre se vea en aquellas y aquellos que buscan generar mensajes rupturistas a través de la creación artística, pero sigue muy presente en otras muchas facetas de nuestro día a día y que determinan esa unión entre arte y  poder. 

Pero, quizás, la principal aportación de esta aproximación cultural al conocimiento de las sociedades del pasado de la mano de tendencias historiográficas recientes, como la historia cultural que vimos que venía a resultar heredera con matices de la escuela de Annales, y que defiende una exigencia de análisis de la cultura de las sociedades pretéritas, entendiendo por tal algo que va mucho más allá del arte o la literatura, y que engloba todo lo necesario para relacionar a las personas con su medio, para poder entender de qué modo se relacionaban con su mundo material y social. En resumidas cuentas, lo que se trata es de entender cuál es el utillaje mental con el qué las mujeres y los hombres del pasado se enfrentaban a su realidad cotidiana, se organizaban como sociedad, y buscaban su sustento. Y el mejor modo que tenemos de saberlo es analizando su cultura. Para esta labor la Historia del Arte tiene un papel fundamental, sobre todo a partir del desarrollo de corrientes renovadoras dentro de la disciplina que se han dedicado en las últimas décadas a desentrañar no sólo las obras de arte de las élites sino toda manifestación artística de una época, incluyendo aquellas hasta ese momento despreciadas por parte de la historiografía por su pobreza material, y su alejamiento en muchos casos del canon establecido. Es en esta vía de colaboración en la que historia y arte encontrarán beneficios mutuos en la explicación y mejor comprensión de los fenómenos estudiados.