La preparación de un trabajo de investigación histórica requiere de una labor de reflexión previa y de la organización del trabajo en fases sucesivas que vayan desde la elección del tema y el planteamiento teórico inicial hasta culminar en la presentación a la comunidad científica de los resultados del trabajo.
Fases del trabajo de investigación en Historia e Historia del Arte
Esta secuencia lógica parte del planteamiento de la hipótesis de trabajo, basada en una serie de supuestos teóricos y metodológicos determinados sobre los que se ha de reflexionar con anterioridad.
A partir de ese punto se ha llevar a cabo una recopilación bibliográfica y documental destinada a la obtención de los datos necesarios para la validación o falsación de la hipótesis planteada. Esta información bibliográfica y documental debe ser tratada a partir de unas técnicas específicas de trabajo del historiador, y una vez obtenidos los datos esenciales, han de ser procesados en el marco teórico del que parta la investigación para la obtención de unas conclusiones determinadas.
Finalmente, todo este material de trabajo debe ser organizado y preparado para su presentación ante la comunidad científica, que será quien finalmente no acepte o refute a partir de otros trabajos científicos.
Planteamiento de hipótesis de trabajo
El primer paso de toda investigación pasa por la elección del tema a investigar, cuestión en la que se ha de cumplir con una premisa fundamental, cual es la de que su desarrollo proponga una contribución original y que tenga relevancia en el marco de la disciplina. Ha de tratarse de responder a alguna cuestión que hasta el momento del planteamiento de la investigación permanezca ignorada, o sobre la que exista un debate no concluyente para el que se propone una explicación diferente a las conocidas hasta el momento. Más allá de este razonamiento, la elección del tema, especialmente en lo que se refiere a la determinación del marco geográfico y/o cronológico estará muy determinado a su vez por el propio tipo de trabajo académico que se proponga, y de los que hablaremos al final de este apartado.
Una vez elegido el tema se ha de llevar a cabo una reflexión previa que determine la hipótesis que sustenta la investigación. Esta fase de trabajo requiere de un conocimiento de tipo teórico suficiente que permita identificar la metodología de trabajo más adecuada para el desarrollo de la investigación propuesta. También es pertinente una puesta al día bibliográfica que permita conocer los límites explicativos de lo que se conoce sobre el tema en el momento de iniciar la investigación, y de este modo garantizarse la idoneidad de lo que se va a plantear posteriormente.
Recopilación bibliográfica y documental
A continuación, debe comenzarse con la fase propiamente heurística de la investigación, basada en la recopilación y sistematización de las fuentes que aumenten el caudal de información disponible, algo que se puede hacer de manera simultánea o sucesiva, y que aquí desglosamos en dos partes para que quede clara la funcionalidad de cada una de ellas. A pesar de esto, hay que insistir en que la recopilación de datos y su tratamiento pueden constituir fases de trabajo que se desarrollen a la par.
Las fuentes, sean del tipo que sean, deben ser originales o procedentes de ediciones acreditadas, ya sean estas ediciones dedicadas específicamente a la puesta a disposición de la comunidad científica de esa documentación, ya sea procedente de otros trabajos académicos de investigación. En la medida de lo posible se ha de tratar de utilizar las fuentes en las lenguas originales, ya sean actuales o extintas, como el latín.
Para su recopilación las personas dedicadas a la investigación histórica deben desarrollar capacidades suficientes y dominar las técnicas específicas para la lectura de documentos históricos originales. Esto va más allá del mero conocimiento de las lenguas que se acaba de enseñar e implica también el manejo suficiente de técnicas de lectura de escrituras antiguas a partir de la utilización de la paleografía de lectura. Y cuando los objetos que contienen la información sean tan complicados de tratar que este manejo a nivel de usuario de las técnicas historiográficas no sea suficiente para su comprensión se debe acudir a especialistas en Numismática, Epigrafía o la propia Paleografía, o cualesquier otras ciencias auxiliares de la historia que ya hemos visto en apartados anteriores, para complementar la información necesaria.
A esta labor de compilación documental se debe añadir la de recopilación bibliográfica, que como se ha indicado se habrá iniciado con anterioridad para poder establecer el marco teórico y el tema de investigación, pero que debe acompañar también a las sucesivas fases de investigación para poder dilucidar de manera efectiva los distintos problemas que se vayan presentando con el desarrollo del trabajo.
Tratamiento de la información
La recopilación de la información debe realizarse de una manera sistemática para evitar tener que regresar una y otra vez al mismo documento para recuperar más información. El trabajo en esta fase se ha planteado tradicionalmente a partir de la elaboración de fichas en cartulina de regestos documentales, en los que se recogen los elementos esenciales que permitan identificar y localizar el documento (archivo, fondo, legajo y folio), así como las claves de información en él contenidas, desde la fecha de elaboración y otras referencias cronológicas complementarias a los intervinientes y los principales asuntos tratados en ese documento.
En esta fase del trabajo, y siempre obviamente teniendo en cuenta la metodología de trabajo propuesta y los principios teóricos que sustentan la investigación, han de plantearse estrategias de trabajo basadas en la economía del tiempo. Sería ideal poder transcribir íntegramente todos los documentos que consultemos, pero ello haría inviable el tratamiento de cantidades notables de documentación. Por ello, las técnicas de elaboración de regestos documentales, depuradas durante generaciones por personas dedicadas a la investigación histórica, establecen estrategias de limitación de la información extraída, obviando aspectos tales como los formularios o informaciones redundantes, en aras de una mayor velocidad en la consignación de la información contenida. Por supuesto, si nuestra metodología de investigación es puramente cualitativa, deberemos basar nuestro trabajo en un menor número de evidencias pero analizadas de manera mucho más exhaustiva, lo que nos obliga a manejar toda la información textual y metatextual contenida en cada uno de los documentos.
Toda esta información ha de ser posteriormente incorporada a sistemas de gestión de la información, como por ejemplo bases de datos del tipo de Microsoft Access o Filemaker, que permitan una organización lógica y una búsqueda rápida de esa información en el momento del procesamiento de datos y la elaboración de los resultados.
Este tipo de bases de datos son d e gran utilidad a su vez para el trabajo de recopilación bibliográfica, aunque en este caso cada vez más se están desarrollando entornos específicos de gestión de la información bibliográfica, como Refworks, Mendeley o Endnote, y otros, que permiten el trabajo en línea y la posibilidad de exportación de datos de una manera mucho más asequible que con gestores de información genéricos como los señalados para la documentación.
En cualquier caso, como recomendación general se debe tener claro que la investigación histórica del siglo XXI se sustenta en volúmenes cada vez mayores de información documental y bibliográfica disponible, lo que obliga a un conocimiento, de nivel intermedio al menos, de las herramientas informáticas básicas de obtención, gestión y tratamiento de la información
A la fase de recopilación de la información requerida para el desarrollo del proceso de investigación sigue otra de carácter hermenéutico, destinada a la valoración crítica de la información textual recopilada. Para ello ha de reflexionarse y explicitarse en el trabajo la validación para la investigación de cada una de las fuentes utilizadas, partiendo de la premisa de que no todas son igualmente significativas ahora de aportar valor a la explicación histórica.
Para llevar a cabo esta tarea el historiador ha de valerse de un método de trabajo que someta a una crítica tanto interna como externa las fuentes utilizadas. La crítica externa se basa, valga la redundancia, en sus aspectos externos, tales como la localización en el tiempo y en el espacio, su autoría, origen o integridad o fragmentariedad. Por su parte, la crítica interna se basa en la reflexión acerca de su credibilidad y valoración de la información contenida en ella.
El objetivo de esta labor es la de poder comprender en toda su magnitud todos los matices que la información aportada por la fuente puede contener en el contexto de la investigación que se está llevando a cabo. La reflexión y crítica de las fuentes forma parte indisoluble del trabajo histórico desde su conformación como disciplina científica a partir de los postulados del Positivismo (que veremos en el apartado siguiente) que arrancan en el siglo XIX.
Elaboración y presentación de resultados
Con esta última fase del trabajo de investigación se culmina todo el trabajo realizado hasta el momento. A partir de aquí se debe tratar de llevar a cabo una síntesis de esas fuentes que previamente han sido ordenadas en cuanto a su importancia y analizadas críticamente, todo ello con el objeto de tratar de resolver el problema de investigación que se había planteado desde el comienzo.
Se trata, sin duda, de momento de mayor dificultad para quién acomete una investigación histórica, ya que en ella confluyen todos los problemas epistemológicos a los que ya se ha aludido en apartados anteriores. No olvidemos que la historia tiende a la pretensión de veracidad pero es esencialmente subjetiva, y siempre se cuestiona la imparcialidad del investigador. Si unimos todo ello a la evidencia de que todo proceso de escritura implica una parte irrenunciable de componente artístico, todas estas dificultades confluyen en este momento final de la investigación.
Es, indudablemente, la fase de trabajo qué más aleja a la Historia del discurso científico clásico.
Tipos de trabajos académicos
En función de los objetivos de la investigación que se va a llevar a cabo, así como sus límites cronológicos y geográficos, los trabajos de investigación pueden presentar distintas formas.
Los artículos son trabajos de investigación que suponen una aportación significativa a una temática relativamente concreta en el tiempo y en el espacio. Suelen tener una extensión relativamente acotada y su objetivo es el de dar publicidad a la investigación más novedosa que se está llevando a cabo en un campo concreto. Muchos de ellos ven la luz en revistas muy especializadas, lo que hace relativamente asequible el seguimiento del estado del arte de un campo a partir de lo que se publica en sus revistas especializadas.
Por su parte, la monografía tiene una extensión bastante mayor, tanto el número de páginas como en amplitud temática, cronológica o espacial. Aunque hay monografías que suponen un avance sustancial en el conocimiento disponible es más habitual valorar su aportación a partir de la capacidad de síntesis y de la elaboración de un estado de la cuestión de un tema determinado.
Finalmente, el ensayo histórico se basa en reflexiones de carácter mucho más personal de quien lo elabora, y que no siempre están regidas por el desarrollo del método científico aplicado a la Historia. Pero es precisamente esta cierta flexibilidad la que permite realizar afirmaciones sugerentes que, sin duda, hacen de este tipo de trabajos un éxito editorial.
El desarrollo de las tecnologías de la información y la comunicación al que estamos asistiendo están dando paso a nuevas formulaciones de presentación del trabajo académico, a través de páginas web o por medio de la utilización de las redes sociales, que están conformando todo un nuevo campo de difusión del conocimiento, y de generación de nuevo conocimiento, que está aún en fase de desarrollo y, por tanto, de validación por parte de la comunidad científica.
En cualquier caso, ha de tenerse en cuenta que el formato que vaya a tener nuestra investigación condiciona todas las fases previas del desarrollo del método científico.