Bloque temático II. La Historia como disciplina
1. II.0. Introducción al bloque II
Hemos visto en el apartado anterior cómo el pensamiento histórico forma parte de la concepción del tiempo de buena parte de las culturas que han existido a lo largo de la historia. En el apartado correspondiente tendremos la oportunidad de comprobar cómo desde las civilizaciones próximoorientales están documentadas referencias a la existencia de una cierta conciencia del pasado, unida a la circunstancia de la intención de explicación de cómo esas sociedades han llegado al presente en que se escribieron los relatos. Sin embargo, no será hasta la transición entre el Antiguo Régimen y las sociedades liberales contemporáneas, es decir, entre los siglos XVIII y XIX, cuando llegue el momento de que la Historia tome carta de naturaleza como disciplina científica. No debe extrañar esta circunstancia, toda vez que es precisamente en ese momento cuando cristaliza el desarrollo científico en otros campos y se impone un método que acredite el carácter científico de las investigaciones realizadas en cada una de las disciplinas. Será en ese momento cuando la historia comience a desarrollar su propio método, aunque desde entonces hasta la actualidad los cierto no se ha conseguido consensuar entre todas las personas que han investigado el pasado una opinión unánime acerca de su cientificidad.
Las propias características del objeto de estudio, las sociedades en el pasado y su evolución hasta el presente, hacen que la historia tenga muchos problemas a la hora de poder acometer algunas de las claves esenciales del conocimiento científico desarrollado por las ciencias exactas. No existe la oportunidad de la experimentación, y además la extraordinaria complejidad de las sociedades humanas hace prácticamente inviable la condición de repetitividad en la explicación. En otras palabras, la historia no puede establecer leyes generales, toda vez que la interacción de todos los elementos que conforman una sociedad concreta en un momento determinado generará siempre reacciones distintas con resultados divergentes.
Ellos no ha sido óbice, no obstante, para que en el pasado determinadas posiciones historiográficas hayan intentado encontrar leyes generales de explicación de los procesos históricos, pero su escasa capacidad explicativa en el momento de utilizarlas para la explicación de casos concretos, que acabó generando tantas excepciones a las leyes generales como ejemplos estudiados, unida a la confirmación de que la historia carece de predictibilidad, otro de los elementos esenciales de la ciencia exacta, ha hecho abandonar a la mayoría de la profesión la intención de considerar a la historia como una ciencia.
En cualquier caso, este debate tiene cierto regusto nominalista, toda vez que incluso en las ciencias exactas se está debatiendo, desde un punto de vista pista epistemológico, la invariabilidad y predictibilidad de los resultados de los experimentos. Para el caso de la Historia, el hecho de no cumplir con algunos de los requisitos que en principio deben atender determinadas prácticas para ser consideradas científicas no debe ocultar la circunstancia de que, desde el campo historiográfico, se viene trabajando en los últimos siglos por la depuración de un metodo analítico que permita minimizar en la medida de lo posible los problemas derivados de esa dificultad inherente a su objeto de estudio . Es posible que la historia no sea una ciencia, pero no estaríamos haciendo un juego de palabras y afirmáramos con solvencia que sí se trata de una disciplina científica, o al menos una disciplina que aplica determinados rasgos fundamentales del método científico en sus análisis. Y, sobre todo, que exige de sus practicantes un rigor metodológico del que carecen otras fórmulas de aproximación intelectual al estudio de lo social.
En los distintos apartados que componen este bloque desgranaremos algunas de estas cuestiones relacionadas con el método científico, junto con la definición de las prácticas metodológicas en el campo de la historia y las distintas maneras que se ha tenido a lo largo de la historia de acometer el estudio de los procesos históricos.