HERÓDOTO, Historias, I, 56.
(Creso) informándose halló que los Lacedemonios y los Atenienses eran los pueblos más poderosos de Grecia, dorios los unos, de estirpe jonia los otros. Antiguamente constituían los pueblos pelasgos y helenos. Estos últimos no realizaron ninguna migración.
Los otros eran, en cambio, pueblos en continuo movimiento. En tiempos del rey Deucalión habitaban la región de la Ptiótide, y en tiempos de Doro, el hijo de Heleno, la región situada al pie de los montes Ossa y Olimpo, conocida con el nombre de Histiaiótide.
Cuando fueron expulsados de la Histiaiótide por los Cadmeos, habitaron Macedonia a orillas del Pindo. De allí emigraron de nuevo a la Driópide y de la Driópide llegaron, por fin, al Peloponeso donde recibieron el nombre de dorios.
TUCÍDIDES, Historia de la Guerra del
Peloponeso, I
Mas
en cuanto a las cosas que se hicieron durante la
guerra, no
he querido escribir lo que oí decir a todos,
aunque me
pareciese verdadero, sino solamente lo que yo
vi por
mis ojos, y supe y entendí por cierto de personas
dignas de
fe, que tenían verdadera noticia y conocimiento
de ellas.
Aunque también en esto, no sin mucho trabajo,
se puede
hallar la verdad. Porque los mismos que
están presentes
a los hechos, hablan de diversa manera,
cada cual
según su particular afición o según se acuerda.
Y
porque yo no diré cosas fabulosas, mi historia no será muy deleitable ni apacible de ser oída y leída. Mas aquellos que quisieren saber la verdad de las
cosas pasadas y por
ellas juzgar y saber otras tales y
semejantes que
podrán suceder
en adelante, hallarán útil y provechosa mi
historia;
porque mi intención no es componer farsa o
comedia que
dé placer
por un rato, sino una historia provechosa que dure para siempre.
FLAVIO JOSEFO, Antigüedades
de
los judíos
(XVIII
2,2 = 63-64)
Por
este tiempo apareció Jesús, un hombre sabio (si es que es correcto llamarlo
hombre, ya que fue un hacedor
de milagros impactantes, un maestro para los hombres que
reciben la verdad con gozo), y atrajo hacia
él a muchos judíos (y a muchos
gentiles además. Era el mesías). Y cuando Pilato, frente a la denuncia de
aquellos que son los principales entre nosotros, lo había condenado a la cruz,
aquellos que lo habían amado primero no le abandonaron (ya que se les apareció
vivo nuevamente al tercer día, habiendo predicho esto y otras tantas maravillas
sobre él los santos profetas). La tribu de los cristianos, llamados así por él,
no ha cesado de crecer hasta este día.
POLIBIO, Historia Universal, IV,
25-26, 2
Decretaron
igualmente que a todos aquellos que forzados por las circustancias habían tomado parte de la Liga
Etolia, que a todos estos se les restablecerían las constituciones patrias, en
posesión de sus territorios y sus ciudades, sin guarniciones, sin pagar
tributos, como hombres libres, y que vivirían según las leyes e instituciones
ancestrales. Y redactaron en el decreto que se ayudaría a los anfictiones a
restablecer sus leyes y el dominio de su templo, del que los etolios les habían
privado ahora con la intención de disponer por sí mismos de los asuntos de este
santuario.
Se aprobó este
decreto en el año primero de la Olimpíada ciento cuarenta, y con ello la llamada Guerra
Social tuvo un inicio justo y conforme a las injusticias cometidas. Los
diputados enviaron inmediatamente legados a los aliados para que en cada ciudad
el pueblo ratificara el decreto, y así todos desde su país hicieran la guerra a
los etolios.
TITO LIVIO, Ab urbe condita, XLIII, 3, 1-4.
Fundación de Carteia
Llegó
también de España otra embajada de una nueva clase de hombres. Tras recordar que eran más de cuatro mil los que habían
nacido de soldados romanos y mujeres hispanas,
con las
que no existía derecho de matrimonio, rogaban que se les diera una ciudad donde vivir. El Senado decretó que confiaran a
la oficina de L. Canuleyo sus propios nombres y los de aquellos que hubieran sido
manumitidos, si los hubiera; que estaba de acuerdo con que se asentaran colonialmente en Carteya, junto al Océano; que a quienes de
los carteyenses quisieran continuar habitando allí, se les
daba la posibilidad
de formar parte del número de los colonos, asignándose tierras de
cultivo. Que sería una colonia latina y sería
llamada de
los «libertinos».
P.
CORNELIO TACITO, De
origine et situ Germanoru
Los
pueblos germanos no habitan en ciudades, es bien sabido, incluso no toleran que
las casas sean contiguas. Se establecen en
lugares aislados y apartados, en relación con una
fuente, un
campo o un prado, según les plazca. Las aldeas no están construidas como nosotros acostumbramos, con edificios
contiguos y unidos unos a otros; cada uno tiene un
espacio vacío
que rodea su casa, sea como defensa contra los peligros de incendio, sea por ignorancia en el arte de la construcción. En
realidad, no emplean ni piedras ni tejas, se sirven
únicamente de
madera sin pulimentar, independientemente de su forma o belleza. No obstante embadurnan los lugares más destacables con una
tierra tan pura y brillante, que imita la pintura
y los
dibujos de colores. También acostumbran a excavar subterráneos que cubren con mucho estiércol y que sirven de refugio durante el
invierno y de depósito para los cereales, puesto que
estos lugares
los preservan de los rigores del frío. Y de este modo, si el enemigo aparece, sólo saquea lo que está al descubierto, las
cosas ocultas y enterradas o bien las ignoran o bien por ello mismo les escapan, puesto que
habría que buscarlas.
Para
todos, el vestido es un sayo sujeto por un broche o, a falta de éste, por una
espina; sin
otro abrigo
permanecen días enteros junto al fuego del hogar. Los más ricos se distinguen por su vestidura no holgada, como la de
los sármatas y los partos, sino ajustada marcando los miembros. También visten pieles de fieras,
descuidadamente los más próximos a las orillas,
con más
esmero los del interior, para quienes las relaciones comerciales no pueden dar otro atavío. Eligen determinadas fieras y
adornan con manchas las pieles arrancadas ( ... ) y el vestido de las mujeres no difiere del de
los hombres, excepto en que las mujeres se cubren
más frecuentemente
con tejidos de lino adornados con púrpura y en que la parte superior del vestido no se prolonga formando las mangas;
llevan desnudos los brazos y los antebrazos,
incluso la
parte alta del pecho aparece descubierta.