MARC BLOCH. L'Étrange Défaite, 1940. [En Mastrogregori, Massimo. El
manuscrito interrumpido de Marc Bloch: Apología para la historia o el
oficio de historiador.
México: FCE, 1999, pp. 49-50].
"Porque la historia es en
esencia, ciencia del cambio. Ella sabe y enseña que dos acontecimientos no se
reproducen nunca exactamente del mismo modo, porque las condiciones nunca
coinciden con exactitud. Sin duda ella reconoce, en la evolución humana,
elementos que si bien no son permanentes, por lo menos sí son durables. Pero
eso para confesar, al mismo tiempo, la variedad infinita de sus combinaciones.
Sin duda ella admite, de una civilización a otra, ciertas repeticiones, si no
punto por punto, por lo menos ne líneas generales de desarrollo. No
hace sino constatar, entonces, que en ambos casos las condiciones dominantes
fueron semejantes. Ella puede intentar penetrar en el porvenir; y no es, creo,
incapaz de lograrlo. Pero sus lecciones no dicen en absoluto que el pasado
vuelva a empezar, que lo que fue ayer será mañana. Examinando cómo y por qué el
ayer fue diferente a otro ayer, ella encuentra, en esta comparación, el modo de
prever en qué sentido el mañana, a su vez, se opondrá al ayer. Sobre las hojas
de investigación del historiador, las líneas cuyo trazo dictan los hechos
transcurridos, jamás son líneas rectas; la historia no ve más que curvas, y son
curvas, además, que por extrapolación ella se esfuerza por prolongar hacia lo
incierto de los tiempos. Poco importa que la propia naturaleza de su objeto le
impida modificar a su gusto los elementos de lo real, como en el caso de las
ciencias experimentales. Para descubrir las relaciones que vinculan a las
variaciones espontáneas de los factores aquéllas de los fenómenos, bastan, como
instrumentos, la observación y el análisis. Así, ella obtiene las razones de
las cosas y de sus mutaciones".
LUCIEN FEBVRE. Combats pour l'histoire, 1953. [Edición: Febvre, Lucien.Combates por
la historia.
Barcelona: Ariel, 1971, p. 40-41.
"No hay historia económica y social.
Hay la historia sin más, en su unidad. La historia que es, por definición,
absolutamente social. En mi opinión, la historia es el estudio científicamente
elaborado de las diversas actividades y de las diversas creaciones de los
hombres de otros tiempos, captadas en su fecha, en el marco de sociedades
extremadamente variadas y, sin embargo, comparables unas a otras (el postulado
es de la sociología); actividades y creaciones con las que cubrieron la
superficie de la tierra y la sucesión de las edades. [...] Una historia que no
se interesa por cualquier tipo de hombre abstracto, eterno, inmutable en su
fondo y perpetuamente idéntico a sí mismo, sino por hombres comprendidos en el
marco de las sociedades de que son miembros".
FERNAND BRAUDEL, "Histoire et Science Sociale: La Longue Durée", Annales E.S.C., 1958. [Edición: Braudel, Fernand. La historia y las ciencias sociales. Madrid: Alianza, 1968, pp. 64-71. Traducción de Josefina Gómez Mendoza. En Mitre, Emilio. Historia y pensamiento históricos. Madrid: Cátedra, 1997, pp. 285-287].
La reciente ruptura con las formas tradicionales del siglo XIX no ha supuesto una ruptura total con el tiempo corto. Ha obrado, como es sabido, en provecho de la historia económica y social y en detrimento de la historia política. En consecuencia, se han producido una conmoción y una renovación innegables; han tenido lugar, inevitablemente, transformaciones metodológicas, desplazamientos de centros de interés con la entrada en escena de una historia cuantitativa que, con toda seguridad, no ha dicho aún su última palabra.
Pero, sobre todo, se ha producido una alteración del tiempo histórico tradicional. Un día, un año, podían parecerle a un historiador político de ayer medidas correctas. El tiempo no era sino una suma de días. Pero una curva de precios, una progresión demográfica, el movimiento de salarios, las variaciones de la tasa de interés, el estudio (más soñado que realizado) de la producción o un análisis riguroso de la circulación exigen medidas mucho más amplias.
Aparece un nuevo modo de relato histórico -cabe decir el «recitativo» de la coyuntura, del ciclo y hasta del «interciclo», que ofrece a nuestra elección una decena de años, un cuarto de siglo y, en última instancia, el medio siglo del ciclo clásico de Kondratieff...
Más allá de los ciclos y de los interciclos está lo que los economistas llaman, aunque no siempre lo estudien, la tendencia secular. Pero el tema sólo interesa a unos cuantos economistas; y sus consideraciones sobre las crisis estructurales, que no han soportado todavía la prueba de las verificaciones históricas, se presentan como unos esbozos o unas hipótesis apenas sumidos en el pasado reciente: hasta 1929 y como mucho hasta la década de 1870. Representan, sin embargo, una útil introducción a la historia de larga duración. Constituyen una primera llave.
La segunda, mucho más útil, es la palabra estructura. Buena o mala, es ella la que domina los problemas de larga duración. Los observadores de lo social entienden por estructura una organización, una coherencia, unas relaciones suficientemente fijas entre realidades y masas sociales. Para nosotros los historiadores, una estructura es indudablemente un ensamblaje, una arquitectura pero, más aún, una realidad que el tiempo tarda enormemente en desgastar y en transportar. Ciertas estructuras están dotadas de tan larga vida que se convierten en elementos estables de una infinidad de generaciones: obstruyen la historia, la entorpecen y, por tanto, determinan su transcurrir. Otras, por el contrario, se desintegran más rápidamente. Pero todas ellas constituyen, al mismo tiempo, sostenes y obstáculos. En tanto que obstáculos, se presentan como límites (envolventes, en el sentido matemático) de los que el hombre y sus experiencias no pueden emanciparse. Piénsese en la dificultad de romper ciertos marcos geográficos, ciertas realidades biológicas, ciertos límites de productividad, y hasta determinadas coacciones espirituales: también los encuadramientos mentales representan prisiones de larga duración...
LAWRENCE STONE, "The
Revival of Narrative: Reflections on a New Old History". Past and Present, nº 85, nov. 1979. [Edición:
Stone, Lawrence. El
pasado y el presente.
México: FCE, 1986, pp. 95-96, 115 y 120].
"La historia narrativa difiere
de la historia estructural fundamentalmente de dos maneras: su ordenación es
descriptiva antes que analítica, y concede prioridad al hombre por sobre sus
circunstancias. Por lo tanto, se ocupa de lo particular y lo específico más
bien que de lo colectivo y lo estadístico. La narrativa es un modo de escritura
histórica, pero es un modo que afecta también y es afectado por el contenido y
el método". [...]
"Si mi diagnóstico es
correcto, el desplazamiento hacia la narrativa por parte de los 'nuevos
historiadores' señala el fin de una era: el término del intento por producir
una explicación coherente y científica sobre las transformaciones del pasado. Los
modelos del determinismo histórico, los cuales se basan en la economía, la
demografía o la sociología, se han derrumbado frente a las pruebas, empero
ningún modelo completamente determinista sustentado en alguna otra ciencia
social -la política, la psicología o la antropología- ha surgido para ocupar su
lugar. El estructuralismo y el funcionalismo no han resultado ser mucho mejores
en absoluto. La metodología cuantitativa se ha mostrado semejante a una caña
bastante frágil que sólo puede responder a un conjunto limitado de problemas.
Obligados a decidir entre modelos estadísticos a
priori sobre
el comportamiento humano, y una comprensión basada en la observación, la
experiencia, el juicio y la intuición, algunos de los 'nuevos historiadores'
manifiestan actualmente la tendencia a dejarse llevar hacia el segundo modo de
interpretar el pasado". [...]
"Existen indicios de un cambio
en el problema histórico central, con un énfasis sobre el hombre en medio de
ciertas circunstancias más bien que sobre las circunstancias que lo rodean; en
los problemas estudiados, sustituyéndose lo económico y lo demográfico por lo
cultural y lo emocional; en las fuentes primarias de influencia, recurriéndose
a la antropología y a la psicología en lugar de a la sociología, la economía y
la demografía; en la temática, insistiéndose sobre el individuo más que sobre
el grupo; en la organización, abocándose a lo descriptivo antes que a lo
analítico; y en la conceptualización de la función del historiador,
destacándose lo literario sobre lo científico. Estos cambios multifacéticos en
cuanto a su contenido, lo objetivo de su método y el estilo de su discurso
histórico, los cuales están dándose todos a la vez, presentan claras afinidades
electivas entre sí: todos se ajustan perfectamente. No existe ningún término
adecuado que los abarque, y por ello la palabra 'narrativa' nos servirá por el
momento como una especie de símbolo taquigráfico para todo lo que está
sucediendo".